Russell Page: El más famoso diseñador de jardines del que nadie ha oído hablar

‘Ya esté haciendo un paisaje o un jardín u organizando las flores del poyete de una ventana, lo primero que hago es abordar el problema al igual que un artista compone un cuadro; mi primera preocupación es la relación entre los objetos bien esté tratando con bosques, campos o agua, rocas o árboles, arbustos y plantas o grupos de plantas.’

 

Me gustan los jardines con fuertes huesos y una estructura subyacente firme. Me gustan los caminos bien hechos y bien marcados, paredes bien construidas, desniveles bien definidos. Me gustan las albercas y los canales, lugares de estar pavimentados, y un buen jardín en el que hacer un picnic o echarse una siesta.

 

Sé que no que se puede crear nada absolutamente nuevo. Crear un jardín es organizar todo sus elementos existentes y aportarles algo nuevo pero ante todo es tener en cuenta lo más precisamente posible todo aquello que se tiene ante los ojos -el cielo y la línea del horizonte, el color de la hierba, las especies y las formas los árboles-. Cada trozo del campo tiene su propia personalidad, cada puñado de metros cuadrados es una reinterpretación. Cada piedra que allí se encuentra revela algo de la naturaleza del suelo y de su estructura subyacente; y las plantas que crecen, indígenas o importadas, denotan la química vegetal del lugar.

 

Russell Page

 


 

Probablemente el mejor ejemplo conservado del estilo de Page es Villa Silvio Pellico, una propiedad del siglo XVIII asentada en las colinas de Moncalieri a las afueras de Turín, y que aparece en esta serie de Grandes Jardines dirigido por Howard Sooley.

 

The Neo-Classical Garden: Villa Silvio Pellico

Clicka en la siguiente imagen para ver el vídeo de 4min (subtítulos en español)

Este jardín flota como las nubes en la llanura circundante

Lee C. Wallick

 


 

 

Para que un jardín adquiera vida realmente, éste debe ser también un acto de fe, un canto de esperanza y alabanza. Así formulada, esta declaración huele sin duda a voto pío o sueño utópico. Y, después de todo, ¿por qué no? En toda empresa, el resultado final no puede sino quedarse atrás con respecto a la intención original, ya haya sido ésta grandiosa o modesta. Ello está en la naturaleza misma de las cosas y, si nos fijamos de entrada una meta carente de envergadura, corremos el riesgo de no obtener sino un resultado insignificante. Pero quizá me equivoqué al hablar de meta, como si, en el momento de crear un jardín, no tuviera más que una sola y única, cuando, por el contrario, son múltiples y diversas.

 

La primera es, sin duda, simplemente, deja atrás de mí un lugar más bello que antes. Desde luego, esa es una aspiración muy subjetiva, ligada a mi satisfacción personal y, sobre todo, a mis propios criterios de belleza. Me apresuro, pues, a añadir un segundo objetivo, que es el de comprender igualmente lo que pueden sentir en tal lugar mis semejantes. ¿Expresará este jardín, a sus ojos, todo lo que expresa para mi? Pero tampoco este esfuerzo por ponerme en el lugar de otros bastará para dar vida al jardín. Necesito comprender, además, la naturaleza profunda de cada uno de los procesos implicados en su nacimiento, su ritmo íntimo, y averiguar, para cada uno de ellos, en qué punto concreto este ritmo se altera o desfallece y que estímulo concreto, aplicado un momento dado, le permitirá reanimarse.

 

Ahora bien, tales ritmos no conciernen solamente al mundo vegetal, sino también a todo lo que es humano: con los hombres, como con los árboles, hay un tiempo para actuar y un tiempo para la paciencia y la maduración. Yo dibujo y dibujo sin descanso, a la búsqueda de una composición que será la correcta cuando le parezca, en pocos minutos o al cabo de largas jornadas de tanteos.

 

 

Russell Page

 

Referencias:

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