¡Inconcebible! Pensaba. Jamás llegué a creerme que en los jardines Renacentistas no hubiera flores. ¿Acaso el verde de la topiaria, los escenarios creados para guiarte, dirigir las vistas, enmarcar el paisaje era todo? Y que pasa con los detalles. Que ocurría cuando uno no miraba al cielo o al horizonte. Qué ocurría con los placeres del olfato y el tacto, y la belleza de los colores. El verde monocromo era el lienzo perfecto, ¿no? Recto, esculpido y milimétrico es capaz de resaltar la belleza delicada y salvaje de malvarosas, aguileñas, verónicas, prímulas, pensamientos, ciclámenes, violetas, lirios, claveles…