La exuberancia del jardín, la imagen perfecta de éste no es muchas veces la real. Es, sin duda, mucho más sencilla.
La belleza existe en el equilibrio.
La imagen descrita en las citas de la Biblia o la Odisea, donde se describen con detalle los jardines persas, griegos, o italianos, son jardines Mediterráneos, y es la imagen del día a día, de la sorpresa, el trabajo, el olor y la vista. Las luces y las sombras, junto a las correctas proporciones, son las que realmente dan vueltas en nuestro imaginario.
Si es cierto que si el jardín es grande permite que éste sea más espectacular siempre y cuando las proporciones sean correctas y se integre en el paisaje, con sus vistas y perspectivas. Pero jamás faltará, grande o pequeño el jardín, el jardín familiar, el que se encuentra a tu alrededor, cercano a tu casa y tu ventana, ese es el que importa más si cabe.
Grande o pequeño la estructura siempre es la misma:
- Es el jardín del “café o la cervecita, o la copa de vino”. Después, viene el huerto, si te gusta cultivar, que estará ten con ten con el jardín “del café”, cerca de la casa, de la fuente principal de agua y de la cocina.
- Después vendrá el jardín de los niños, el jardín de correr y jugar, para finalmente encontrarse con el jardín anterior al paisaje, al que te integras, y desaparece, finalmente, en el paisaje que te rodea.
- Y es ese paisaje, el que raramente se puede tocar y sigue un plan muy distinto al tuyo, el cuál todavía puedes controlar y matizar con las vistas y los usos que le des a tus otros jardines.
Esto no es Versailles, ni los jardines de Babilonia, este es tu jardín, pequeño o grande. Y si rebuscas dentro de ti, tu jardín no es solamente una alfombra de césped y un par de árboles. Es un jardín que te recoje y que alberga tu casa, tu cocina, tu salón, que te permite echarte la siesta, cultivar tus flores, leer, charlar y disfrutar relajado de lo que te rodea. Porque cuando lo que te rodea es bonito y está bien proporcionado, es aún más confortable, y te permite disfrutar.
El jardín Mediterráneo es tan dispar como la comida Mediterránea o como nosotros mismo. Somos muchos y diferentes, pero aceptamos nuestras diferencias y las compartimos. Nos buscábamos ya en antaño para comerciar, pues el clima es igual de cambiante y dispar que nuestra tierra y productos, pero las distancias son cortas.
Nieve, sol abrasador, lluvia sin descanso, y fuego. Tenemos un clima extremo pero cambiante, que rezuma vida, belleza y superación. Tenemos luz. Luz y sombra, y un cielo hermoso y cambiante. Tenemos un paisaje perfilado y trabajado por el hombre como ningún otro. Y que por encima de todo, aún mantiene esa gran asociación entre el ser humano y el entorno, testado sí, en todos los países Mediterráneos desde hace milenios y cuya ecología y biodiversidad es todavía de las más ricas de la Tierra.
Sentimos amor por lo sencillo, la buena comida, la buena bebida, cosas simples que salen de la tierra, y que todo ello permanece enmarcado dentro del jardín. Es la cultura que rezuma en nosotros la del Mediterráneo.
Siempre es difícil luchar contra la naturaleza…