Impresiones y Paisajes, 1918

Federico García Lorca

«En la vida que arrastramos de atareamiento y preocupaciones extrañas, pocos son los que se espantan de pena y delicadeza ante un jardín…»

Federico García Lorca, 1918.

 

El jardín no es algo ordinario. Tiene algo especial que a veces resulta difícil de expresar y cada uno lo vivimos de una forma diferente. La naturaleza está viva. Pero existe algo más que puro romanticismo.

 

Federico García Lorca, en su primera obra publicada, dedicó una serie de su libro a los Jardines. Aun siendo este sus comienzos como escritor, y tal vez su obra ‘menos’ conocida (pues como dice la edición de Rafael Lozano Miralles el mismo Federico siempre se mostró reacio a referirse a ella), para mi es sin duda una obra de incalculable valor.

 

Publicado gracias a su padre, Impresiones y Paisajes, vio la luz en Abril de 1918.

 

Recojo a continuación el comienzo de ese capítulo de Jardines. Que sin duda para todo amante de la naturaleza y los jardines es pura fuente de inspiración. Un jardín es…

 

 

Son muy vagos los recuerdos de los jardines… Al pasar sus umbrías la melancolía nos invade… Todas las melancolías tienen esencia de jardín… La hora del crepúsculo, hace palpitar a los jardines con temblores de matices tenues que tienen toda la gama del color triste… Tras las marañas oscuras de la yedra, revive el espíritu de la mujer que nos persigue…, y entre la plata melosa de la fuente y la intranquilidad constante de las hojas pone nuestra fantasía las visiones espirituales de nuestro mundo interior que hace brotar la maga sugestión del ambiente.

 

Parece que los jardines se hicieron para servir de relicario a todas las escenas románticas que pasaran por la tierra. Un jardín es algo superior, es un cúmulo de almas, silencios y colores, que esperan a los corazones místicos para hacerlos llorar. Un jardín es una copa inmensa de mil esencias religiosas. Un jardín es algo que abraza amoroso y un ánfora tranquila de melancolías. Un jardín es un sagrario de pasiones, y una grandiosa catedral para bellísimos pecados. En ellos se esconden la mansedumbre, el amor, y la vaguedad del no saber qué hacer…

 

Cuando adquieren las alfombras húmedas del musgo, y por sus calles no avanzan sombras de vida, los habitan las sabias serpientes bailarinas de las danzas orientales que andan voluptuosas por los macizos abandonados. ¡Cuando pasa el Otoño sobre ellos tienen un gran llanto desconocido!… ¡Jardines de tísicos que se morían de lejanías brumosas en los poemas de antiguos poetas fracasados!… Los otros jardines, los del amor galante, llenos de estatuas mórbidas, de espumas, de cisnes, de flores azules, de lujurias escondidas, de estanques con lotos rosa y verde, de cigüeñas perezosas y de visiones desnudas, encierran toda una vida de pasión y abandono al destino… ¡Jardines para el olvido, y para las almas sensuales!… y los que son un bloque verde con secretos negruzcos en donde las arañas tendieron sus palacios de ilusión…, con una fuente rota que se desangra lentamente por la seda podrida de las algas….. ¡Jardines para idilios de monjas enclaustradas con algún estudiante o chalán caminero! ¡Jardines para el recuerdo doloroso de algún amor desvanecido!

 

Todas las figuras espirituales que pasan por el jardín solitario, lo hacen pausadamente como si celebraran algún rito divino sin darse cuenta…, y si lo cruzan en el crepúsculo o en la luna, se funden con su alma. Las grandes meditaciones, las que dieron algo de bien y verdad, pasaron por el jardín. Las grandes figuras románticas eran jardín… La música es un jardín al plenilunio. Las vidas espirituales son efluvios de jardín. ¡El sueño! ¿Qué es sino nuestro jardín?…

 

En la vida que arrastramos de atareamiento y preocupaciones extrañas, pocos son los que se espantan de pena y delicadeza ante un jardín…, y los pocos que nacieron para el jardín son arrastrados por el huracán de la multitud. Van pasando los románticos que suspiran por la elegancia infinita de los cisnes… En los crepúsculos están solos los jardines. El sudario gris y rosado de la tarde los cubre, y contados son los que escuchan su canción.

 

Impresiones y Paisajes, 1918. Federico García Lorca

Impresiones y Paisajes, 1918

 

Me cuesta elegir una sólo frase, ó un sólo párrafo para mi serie de citas que voy colgando en la página principal del Blog (echa un vistazo si no las has visto). No sé si mis favoritas son las de pasiones escondidas, las imágenes melancólicas, o las que relacionan el jardín con el pensamiento, con la cultura y la belleza.

 

Sin duda alguna tiene razón, empezando por la primera frase «Son muy vagos los recuerdos de los jardines…». Su recuerdo es tan personal cómo único. Etéreo. Y cada uno lo vive de una forma diferente, por eso es imposible casi expresar lo que para uno significa un jardín. Éste es capaz de concentrar tantas emociones que nos hace crecer juntos e inseparables. Las estaciones cambian, las plantas florecen y llegado el momento mueren, y nosotros crecemos y nuestras memorias se mezclan con olores, colores y sueños. Por eso es tan importante hacer que el jardín funcione para quién lo vive y lo disfruta. Pues al final se convertirá en su alma gemela.

 

Hay gente que llega a conseguir esta unión sublime. No necesariamente desde la cuna, pero desde la dedicación, la emoción, y la cultura. Los jardines no son un lujo pues el equilibrio, la geometría de las formas y sus proporciones son algo que se asienta en nuestra mente desde niños y que todos podemos recrear. Tamaño, colores, elementos, funciones… todo puede encajar. Pero para ser hermoso, debe estar vivo, y la vida no tiene sentido si estamos ausentes.

 

Los jardines son un reflejo de nuestros sueños y anhelos. Composiciones de una mente perfectamente arquitectónica que aún viajando en los tiempos de la naturaleza, artificiales como son, perecen en nuestro tiempo siendo un ‘vago recuerdo’ para las siguientes generaciones. Pero como dice Séneca de su jardín,

 

«…en tales placeres he ido envejeciendo»

 

Si quieres otra lectura, te recomiendo… Ojos Para Que Os Quiero.

‘Cuando un lugar te gusta éste se lee en el paisaje, se siente y se entiende’

 

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