De acuerdo con un antiguo sutra, la tierra comprendida en un recodo del río es considerada el ‘ombligo del dragón’. Construir una casa en ese ombligo es tener suerte. Pero construir la casa en la espalda del dragón es invitar al infortunio.
En ningún lugar el sentido simbólico del jardín es tan pronunciado como en la antigua China y Japón, donde los jardines estaban histórica y cuidadosamente orientados según el cosmos. Tradición establecida en la dinastía Han (140-87 a. C.) que entró en Occidente a través del jardín paisajista inglés y el llamado jardin-chinois-anglais, surcó el globo para entrar en todos los jardines modernos del norte de Europa y América a principios del siglo XX, en especial el jardín japonés.
La base del Jardín Chino-Japonés es la veneración de la naturaleza que tiene sus raíces en el misticismo Taoísta y que más tarde se verá reforzado por el Budismo-Zen, con su culto a las colinas, las arboledas y los estanques de lotos, así como a su amor por la meditación. Es el jardín de la contemplación.
Y, cómo jardín de la contemplación la imaginación juega un enorme papel junto con unas reglas cuidadosamente marcadas, que aún basadas en su religión y filosofía, definen las pinceladas de una composición perfecta…
El jardín Chino es en esencia un lugar para filosofar, para escapar de la vida mundana. Nada puede ser apresurado ni repentino. Los caminos no son directos; curvos o en zig-zag son dibujados para disfrutar lenta y plenamente de las vistas, permitiendo que el ánimo de la escena se desvele a lo largo del paseo mediante la reflexión del que lo admira.
La cultura China venera el paisaje sublime; grandes montañas, cataratas, valles y lagos brumosos. Sus jardines eran creaciones de la mente. Un gran paisaje podía ser perfectamente identificado por la posición de sus agrestes rocas; el resto se llenaba con la imaginación. De ahí su afinidad con la pintura paisajista china de evocadoras líneas y sombras.

Cuando el jardín Chino viajó a Japón sufrió muchos cambios, pero los principios fundamentales nunca se perdieron. Aunque tal vez perdió en poesía lo que ganó en claridad. La doctrina Budista-Zen inspiró el gusto por la sencillez, la serenidad y el refinamiento; contribuyendo al desarrollo de todas las artes entre ellas el arte del jardín. En el siglo XV se encuentra íntimamente ligada al arte pictórico, siendo algunos de sus más grandes pintores, Sesshû y Sôami, célebres diseñadores de jardines.
Ryôan-ji (s.XVI): El jardín japonés por excelencia.

Aunque no está claro quien fue su autor se atribuye su concepción al pintor y diseñador de jardines, Sôami.
Se dice que hay una gran diferencia entre la manera de acercarse a la naturaleza de un budista oriental y un filósofo occidental. El filósofo occidental diría ‘Aquí es donde voy a plantar el árbol’, mientras que el budista diría, ‘Yo soy el árbol, y aquí es donde deseo estar’. Esta habilidad de viajar con la mente es la que ilustra a la perfección el jardín de Ryôan-ji en Kyoto.
Éste se observa desde una plataforma de madera, y nadie lo puede pisar salvo por el monje que lo rastrilla meticulosamente en patrones tradicionales arremolinados con suma perfección alrededor de las rocosas islas.
La entrada a este recinto solitario pone al visitante en presencia de la eternidad. Paul Claudel
De forma rectangular (23 x 10m) está rodeado por el Templo en dos de sus lados y el resto por muros de arcilla. El color tierra de éstos fue creado a partir de una mezcla de arcilla y aceite de sésamo, que aún hoy exuda.

El terreno llano está cubierto de cuarzo blanco, procedente del lecho del río, y en él se han dispuesto quince piedras en cinco grupos de cinco, dos, tres, dos y tres cada uno, e individualmente compuestos. Lo que parece puro azar está perfectamente dispuesto sobre la base de relaciones matemáticas, creando en el subconsciente un sentido de armonía y reposo en la contemplación de la naturaleza misma y que existe únicamente en la imaginación.

El jardín carece de toda plantación arbórea y el único elemento vegetal representado es el musgo, que cubre las piedras con manchas; no obstante, más allá de las cercas se elevan tupidas arboledas que hacen de marco del recinto. El aspecto es singular y severo, y conmueve profundamente, incitando con ello a la meditación.
Cuentan que el jardín lo forman unos tigres que llevan sobre el lomo a sus cachorros, porque según una antigua leyenda china, las quince piedras representarían un grupo de tigres con sus cachorros atravesando un valle para finalmente alcanzar su guarida en las montañas.
Ahora, las piedras tienen otra particularidad; desde cualquier punto, la visión nunca abarca más de catorce piedras, ya que la decimoquinta siempre queda oculta por alguna otra. En el mundo budista el número quince denota plenitud, y la decimoquinta roca sólo es visible cuando el que mira alcanza la ‘Iluminación’.

Ryôan-ji es a veces considerado como la más alta expresión del arte y la enseñanza Zen, y es tal vez una de las más grandes obras maestras de la cultura japonesa, ofreciendo una experiencia mucho más profunda que una simple visita a un ‘austero’ jardín.
El estudio del diseño y la composición
Si bien es cierto que la mayoría de jardines japoneses son menos austeros que Ryôan-ji, no se puede negar que sigan siendo profundamente evocadores. Todos están enraizados en el simbolismo y la tradición, que aún de marcadas razones religiosas y filosóficas, son en esencia la base de un esmerado conocimiento de los principios de diseño y composición.
Los grupos de 3, 5 y 7, las cuidadas formas y tamaños de sus colinas, la vista parcial de sus cataratas, la posición de su piedra guardián, alta y en primer plano, todo ello tiene su tradición, pero también su lógica.
Es tanto el control, que tanto las piedras como el agua y las plantas están cuidadosamente colocadas y ‘encajadas’. Así por ejemplo si una planta crece más de lo debido se sustituye, para seguir manteniendo la composición original. A continuación recojo algunas citas de escritos sobre jardines japoneses que son sin duda grandes fuentes de lógica e inspiración.

Para asegurarte buena fortuna, el agua debe fluir entrando por el este, pasar por debajo del suelo de la casa, y salir por el suroeste. De esta forma las aguas del Dragón Azul lavarán todos los malos espíritus de la casa y el jardín, y los llevarán hacia el Tigre Blanco…
Incluso en un jardín llano, sin colinas ni praderas, es apropiado colocar rocas. Sin embargo, un arroyo en un jardín sin estanque debe ser considerablemente ancho y su fondo bastante plano, para permitir que el gentil burbujeo del agua sea fácilmente visto desde las salas más cercanas.
Para que una roca descienda desde la orilla a las profundidades de un estanque, o que ascienda de sus profundidades para reunirse con la orilla, una roca de majestuosas proporciones es lo mejor. Si esto se ha de construir, reúne rocas del mismo color cuyas formas den la sensación de encajar bien unas con otras, y colócalas juntas de manera que consigas hacer una enorme composición.
Ten en cuenta que las rocas de abruptos acantilados se elevan de manera angular como biombos, persianas abiertas o escaleras. Las rocas en la base de la montaña o aquellas que ruedan en la pradera son como una jauría de perros descansando, cerdos salvajes corriendo de forma caótica, ó terneros retozando con sus madres.
Respecto a la colocación de las rocas hay muchos tabúes. Si se viola uno sólo de estos tabúes, el señor de la casa caerá enfermo y eventualmente morirá, sus tierras caerán en desolación y se convertirá en la morada de los demonios.
Aunque el jardín chino-japonés es sin duda una idealización de la naturaleza, éste siempre ha estado muy relacionado con la arquitectura de la casa, y para realmente poder apreciarlo es necesaria esa relación con la arquitectura oriental, sus faroles y puentes. Por lo que muchas veces colocados en occidente pueden resultar extraños y despegados de su entorno. El ‘copia y pega’ de los jardines japoneses hoy en día puede no alcanzar los resultados esperados, pues aún hay que aprender mucho sobre su sentido del equilibrio, sus hermosas formas evocadoras, y la manera en la que sus paisajes están dibujados de una manera moderada buscando siempre la tranquilidad en su composición.
Imagen destacada via Flickr © Okinawa Soba (Rob)
Referencias
Pleasures of the Garden. A literary anthology. C. Hardyment.The British Library. 2014.
Garden Design. Sylvia Crowe. Gibson and Packard 1981.
La arquitectura de los Jardines. Francesco Fariello. Ed. Reverté. 2004.
The Gardeners Garden. Phaidon. 2014
The Landscape of Man. Geoffrey and Susan Jellicoe. Thames & Hudson. 1995.