La elección de los colores es un mundo en cualquier disciplina artística y claro está un componente estético fundamental para la arquitectura del paisaje y los jardines.
Bien por su ausencia -utilizando uno o varios tonos de verde- o por su explosión -tanto si es de un sólo color como de una paleta variada- llevarlo a cabo puede llegar a ser tan abrumador y complicado que una vez que empiezas a pensar en las formas, altura, estructura y texturas de la plantación da la sensación que jamás saldrás vivo de este entuerto.
Tras darle vueltas, mirar formas, estructuras de las plantas, revisar fotos, buscar texturas, chequear épocas de floración -además se tienen que adaptar a tu clima y suelo-… ¡Uff! hasta a mí me suena complicado. Pero justamente por eso hay tres cosas esenciales…
1- Tener claro tu objetivo, tu idea y lo que quieres conseguir -sé fiel a ella y a tu idea original-;
2- Dividir el ‘problema’, en este caso la zona a plantar, en partes más pequeñas y por lo tanto más asumibles y manejables -con posiblidad de ser repetidas-; y
3- Saber un poco acerca de lo que significan los colores y lo que nos transmiten -es decir un poco sobre la teoría de lo colores- y cómo uno puede sacarle partido para conseguir su objetivo.
En cualquier caso, y además de los colores, hay también algún otro factor fundamental a tener en cuenta antes de empezar con las emociones y la teoría de los colores…
Y lo explica así Gertrude Jekyll en la misma introducción de su libro Colour Schemes for the Flower Garden (1908).
Plantar y mantener una bordura de flores, con una buena combinación de colores no es en ningún caso tan fácil como comúnmente se cree.
Yo creo que la única forma en la que puede llegar a tener éxito es dedicar algunas borduras o zonas del jardín a ciertas épocas del año; para que cada bordura o zona del jardín brille por sí sola de uno a tres meses.
Nada es más insatisfactorio que una bordura que en primavera muestra unos cuantos parches de bulbos floreciendo en el suelo por lo demás vacío ó con brotes de plantas herbáceas empezando a despuntar.
Gertrude Jeckyll (1843-1932) fue una de las pioneras en comenzar a desarrollar plantaciones más informales. Esa búsqueda alejada de la estética más sobria, formal y organizada -incluso botánica y museística- permitió una mayor libertad a la hora de combinar las plantas. Ya no era por la singularidad de su color, textura o forma por lo que se las cultivaba pero por la armonía dentro de un conjunto. Y qué mejor maestro que la propia naturaleza (Gertrude estaría encantada de saber que ahora las plantaciones con color y flores pueden durar hasta 6 meses y que el interés de estas puede llegar a ocupar todo el año, es más ya no hay siquiera que dedicar una parte del jardín a una paleta de plantas concreta).

Hoy en día sería interesante reducir la importancia del color en el diseño de plantaciones. No por carecer de magnitud ni mucho menos, pues al fin y al cabo cualquier diseñador en algún momento se tiene que enfrentar a elegir al menos una paleta de colores, pero porque la realidad indica que una plantación exitosa depende de muchas más cosas, como es la estructura y forma de las plantas, y cómo estas conviven entre ellas y evolucionan. Esta parte es sin duda mucho más técnica y objetiva -se puede cuantificar e investigar-, mientras que la mezcla de colores sin duda sigue siendo mucho más subjetiva y depende al fin y al cabo de una visión mucho más personal.
En los tiempos que corren se considera que el color es una capa más del diseño de una plantación -y no lo digo yo sino Piet Oudolf y Noel Kingsbury y con razón- pues es claramente la estructura vegetal la que conforma un jardín y le da cohesión -al igual que en cualquier otra composición artística-. Es la estructura vegetal del jardín la que lo hace vibrar.
Y para empezar con buen pie ellos aconsejan que una manera perfecta para comenzar a diseñar una plantación es encontrar una buena combinación de plantas que puedas además repetir en diferentes zonas del jardín -de manera que consigas coherencia y unidad-, y van más allá, pues esta paleta no tiene porque tener más de 4 ó 5 plantas diferentes. De esta forma puedes crear una plantación de interés estacional a lo largo de todo el año.
Además es lógico aceptar que la estructura y la textura de las plantas es la que realmente perdura en el tiempo y nos acompaña durante los sucesivos meses de otoño e invierno, mientras que los colores por lo general van y vienen.
En cualquier caso, es imposible negar que el color no intensifica las emociones de los que lo ven y lo viven. Y la realidad es que usado bien es uno de los recursos más poderosos de todo jardinero y arquitecto paisajista pues es capaz de traer cualquier jardín a la vida dándole una atmósfera especial e influir de mil maneras en nuestro estado de ánimo, pues un ciudadano de a pie puede aburrirse infinitamente en un jardín formal -llegando a parecerle soso y sombrío- pero alucinar con una plantación en masa llena de colores y flores que resalta la grandeza de la primavera.
Los colores en el jardín
Las reglas acerca del color tienen una base científica extensamente explicada en multitud de libros donde además se muestra la rueda del color, ó el famoso círculo cromático, pero estaremos de acuerdo que el gusto por los colores es algo particularmente subjetivo.
Además en el jardín depende mucho de la luz -y por lo tanto de la hora del día- así como de las condiciones climáticas. Luego es justo decir que el color en un jardín no es estático, cómo puede ser tal vez en la decoración de interiores.
Las plantas tropicales son fundamentalmente las que tienen las flores con los colores más brillantes e intensos pero es en los jardines llenos de luz del Mediterráneo donde éstos colores más fuertes y brillantes combinan perfectos bajo su cielo resplandeciente. En cambio los pasteles tienden a aparecer más pálidos y blanquear, pero éstos son capaces de sacar lo mejor de sí mismos en los climas más atemperados donde la luz es más difusa y suave.
Principios básicos

El anillo cromático está basado en los espectros de color existentes en la naturaleza, véase el arco iris. Y es bastante útil cuando se barajan diferentes colores en un jardín.
Una mezcla armoniosa de colores se consigue utilizando aquellos colores adyacentes o cercanos unos a otros en la misma rueda. Mientras una mezcla que se basa en contrastes utiliza los colores opuestos en ella, como es el contraste entre el rojo y el verde, el azul y el naranja, y el amarillo y el violeta.
A estos segundos se les llama colores complementarios ó secundarios, y al combinarlos con los primarios -rojo, azul y amarillo-, y sus opuestos, siempre salta a relucir esa diferencia que tanto nos llama la atención y que los hace destacar.
Los colores también se definen por la temperatura. Los colores calientes, en uno de los extremos de la rueda, incluyen rojos, naranjas y amarillos, así cómo fucsias y punzantes morados, mientras que los colores fríos: azules y verdes, junto con el blanco y el rosa, forman el otro extremos de la rueda.
Los colores calientes tienden a energizar y estimular, y lo más importante se colocan -por ellos mismo- en la primera línea de visión. Básicamente llaman tanto la atención que allí se dirige tu mirada sin tan siquiera pensar.
Los colores fríos, por el contrario, son más tranquilos y menos exigentes, colocándose en el fondo en vez de proyectarse al frente con tanta fuerza. Es además donde uno mira para calmar y relajar la vista, y dan profundidad a la escena.
LOS COLORES FRÍOS
El Verde
Es el color predominante de todo jardín, y es increíblemente variado: hay hojas azul-verdosas, verde ácida, así como verdes con connotaciones moradas, bronces, marrones y grises. Elegir el verde adecuado es la base para casi todos las plantaciones, o debería serlo, pues éste dominará casi todo el año.
Los jardines exclusivamente ‘verdes’ pueden ser tremendamente terapéuticos. El verde es un color relajante, que no desafía el ojo si no todo lo contrario, lo calma, pero adquiere muchísima importancia cuando se añaden otros colores a la paleta.
Los verdes azulados, como en la hosta sieboldiana var. elegans, marcan y limitan mucho más que un verde medio como puede ser el de un carpe o un tilo.
El verde oscuro del tejo, le da más peso y profundidad al jardín y actúan como perfectos anfitriones para sacar la fuerza de los colores más vivos, y le da a los pasteles más luminosidad. Su gran desventaja es que pueden llegar a ser sombríos.

Los verdes brillantes como el de las hayas por el contrario dan la sensación de luminosidad, especialmente en contraste con un fondo oscuro, proporcionando ligereza y brillo. Y, aún más refrescantes serían los verdes dorados.

En cualquiera de los casos la realidad es que los verdes son limpios, claros y sin complicaciones, y esenciales en cualquier plantación.
El blanco
Mientras que los verdes normalmente se utilizan como el fondo oscuro básico para cualquier plantación, los blancos literalmente introducen luz en un jardín.
El blanco proporciona contrastes con casi todo el follaje y casi todas las flores. Mientras que el verde es uno de los primeros colores que desaparece al atardecer, el blanco en cambio será el último.
Es un color que debe utilizarse hasta cierto grado en todo jardín por su efecto calmante, limpio y sobrio, dando a cualquier diseño una cierta atmósfera, y cómo contrapunto es sin duda de un valor inestimable.
Mezclar blancos es más complicado de lo que parece a priori por la cantidad de tonos crema, verdes y rosas que existen. El blanco puro de las calas puede hacer que una umbelífera blanca -milenrama por ejemplo- parezca simplemente sucia, y no deberían colocarse juntas.
Ahora, si quieres saber más sobre el blanco merece la pena echar un vistazo al blog de Ángeles Nieto y a su entrada sobre Las Claves del Color Blanco.

El azul
Lo azules traen calma y luminosidad al jardín. El color del cielo, y su reflejo en el agua, evocan espacio y frescor. Es uno de los últimos colores que desaparecen al atardecer. En una oscura esquina del jardín pueden dar la sensación de flotar, mientras que a mediodía tienden a desaparecer.
La mayor parte de los azules tienden a colocarse en segundo plano, y esa es una de las razones por las que se utilizan para crear la ilusión de mayor distancia o profundidad en un jardín si se plantan al final de éste o en sus límites.
Un azul ‘verdadero, tal y como el de la meconopsis betonicifolia (amapola azul) es raro de encontrar en un jardín, pero se pueden encontrar muchos tonos de azul que tienden a rojos, morados y verdes. Los más verdosos suelen ser más eléctricos, y pueden aparecer más puros, dándole vida a un jardín. Los más rojizos y rosados tienden a parece más suaves, y dependiendo de la luz cambian dramáticamente. Por otro lado, el azul es componente importante del follaje, y sirve de fondo perfecto para casi todos los demás colores.

El rosa
Puede aparecer tanto en el grupo de colores fríos como cálidos. Los fucsias son colores que saltan al grupo de los colores calientes, como la lychnis coronaria. Pero el rosa suele utilizarse por su gentileza, desde el suave color rosa de las ‘rosas’ a uno tono más melocotón.
Aunque ciertamente mucho rosa en una plantación puede llegar a empalagar a cualquiera, el rosa se asocia bien con los azules y plateados de las flores y las hojas, y es muy útil como suave transición entre colores fríos y calientes.

LOS COLORES CALIENTES
Son capaces de darle energía y calor a un jardín. Algunas personas no los utilizan a priori porque les parecen demasiado fuertes o estimulantes e incluso intrusivos, pero son un grupo vigorizante, y le dan un toque de picante a cualquier plantación salvándola de ser llanamente insípida. Bien colocadas son el impulso que todo jardín necesita.
Son la antítesis de los azules y saltan a la vista nada más entrar en un jardín. Naranjas, azules y morados mezclados en seguida crean una escena de excitante y de mucha vitalidad.
Los rojos
Asociado con el poder y la inmediatez, así como el peligro, suelen verse complicados de utilizar. Pero pueden formar parte de cualquier esquema de color de un jardín, y en su lugar perfecto, el rojo de las amapolas infunde calor al jardín y sirve de foco de atención.
La razón de ser un color tan potente es que es el complementario, y opuesto, de todo verde presente, y casi se les puede ver vibrar.
Realmente el rojo está presente en todo jardín, desde los brotes incipientes, a los rojos de otoño de muchas hojas antes de caer, en la tierra, y en la madera… El rojo realmente es un color hecho para cualquier situación, no te dé vergüenza utilizarlo.

El morado
Es una mezcla entre el rojo y el azul, y es un color que está más acomodado en la jardinería que el rojo. Mientras que los rojos dan la sensación de vigor, los púrpuras dan la sensación de opulencia. Y con estos ricos y saturados morados estás lo más cerca posible de un jardín ‘negro’.

El amarillo
Sin duda es uno de los colores más complicado de utilizar, pues puede reaccionar ferozmente con otros colores o parecer vulgarmente intrusivo. Normalmente se utiliza sin mucha gracia junto a azules por puro contraste, pero sin duda funciona mucho mejor con otros colores calientes, como el naranja, o con algunos más neutros como los bronces.
El amarillo se puede ver por todos lados en las hojas jóvenes, en praderas y setos; es un color alegre, con claras connotaciones al sol y a la cosecha. Y es así como debe ser utilizado, justamente para alegrar una plantación. En la sombra, el amarillo tiene el efecto bienvenido de la luz artificial.
Si se utiliza esparcido a lo largo de la plantación inyecta energía, mientras que plantado en masa tiene un fuerte y pesado impacto, algo que ningún otro color es capaz de hacer -cómo por ejemplo en una masa de narcisos en una pradera-.
Los amarillos de la primavera suele tener una influencia ‘verdosa’ y son más fríos, no como los cálidos amarillos del verano.

Los naranjas
Al final de este espectro están los naranjas, que se encuentran en algunas flores como las eschscholzia y los nasturtiums, que se acercan claramente a la inmediatez del rojo pero son mejor utilizados como contraste con otros colores y para destacar dentro de una plantación.

Y, los no-colores
Son claramente los que más difícilmente se definen. Son los colores que han perdido su fuerza o son una combinación de tonos ‘difusa’ y entre ellos se encuentran los pasteles y los tonos de tierra que pueden ir del espectro frío al cálido con facilidad.
Tienen sin duda un lugar relevante en una composición y deben ser tratados con cautela para evitar que se conviertan en una masa sin vida. Por eso es importante meter un toque de contraste.
Debido a su naturaleza gentil armonizan bien con las gramíneas y los follajes plateados, siendo un buen fondo y soporte de colores más vivos. Por ejemplo la stipa arundinacea (ahora conocida como Anemanthele lessoniana) puede ser utilizada como fondo para casi todos los colores del espectro. Y a pesar de su modesto impacto, los pasteles contienen algunos de los tonos más interesantes pudiendo manipularse para conseguir plantaciones que fuera de lo habitual tienen sin duda cierta magia.

La imagen destacada es el famoso anillo cromático de Johann Wolfgang von Goethe.
Referencias
Toda la explicación de los colores en la plantación ha sido traducida de ‘The Essential garden Book’. Terence Conran & Dan Pearson (1998).
Planting a New Perspective. Piet Oudolf & Noel Kingsbury
The Colour Schemes for the Flower Garden. Gertrude Jekyll