El paisajismo en España tiene un poco de mujer antigua. Bella, hermosa y en casa. Fuerte, recia y luchadora. Valiente en su lucha interna, comprendida entre ellas y difamada entre otras.
Además de ensombrecida por la pulcra y retrograda visión de aquellos más poderosos con miras cortas y sueños de grandeza.
El paisaje depende en gran parte de una buena crianza. Y jamás es ordinario. Pero aún hoy es poco valorado. Su sencillez en muchos casos es su gran enemigo, aunque para mí esa es justamente su garra, su fuerza y su pura belleza.
Por eso, en parte, el reclamo a este nombre The Landwoman, mujer-paisaje. Mujer y Tierra.
Comencé a escribir el Blog en Octubre de 2014 y lo llamé The Landwoman no por aires de grandeza si no porque encontré una publicación de principios del siglo XX llamada The Landswoman (con «s»). Esta publicación surgió con la idea de promover y ayudar a miles de mujeres (así como para concienciar a los hombres) para que asumieran el trabajo que muchos de éstos tuvieron que dejar para enrolarse en las filas del ejército durante la Gran Guerra.
Su lema era «Dig For Victory» («cavar en busca de la victoria»), y sin duda con su trabajo ayudaron a ganar la guerra. Pero la realidad va mucho más allá pues la gran victoria de estás mujeres no fue sólo encargarse de las labores del campo o trabajar en las fábricas pues, a partir de entonces, las mujeres empezaron a ser más libres.
Y por qué te cuento esta historia y qué tiene que ver conmigo, una mujer joven, libre, independiente y con una educación universitaria -y nada que ver con aquellas mujeres-. Pues porque todo eso no quita lo que ésta publicación hizo, que prosperara la concienciación de una nueva forma de vivir y ver las cosas. Porque el futuro siempre son nuevos retos.
Mi sueño es grande. Y este es sólo mi granito de arena.
Pero lo cierto es que lo que realmente me emociona al escribir mi blog, ahora Domingo en el Jardín, y lo que me inspira, es cómo yo me he reencontrado con el paisaje, cómo cada día me voy encontrando con nombres, personas varias, citas, maestros, poetas, y filósofos que lo ven, y me doy cuenta que no estoy sola, y que somos muchos. Pero, esta es mi forma de expresarlo y sentirme acompañada. Compartiendo lo que voy descubriendo, y si por el camino hay unos pocos que leyéndome consigo atraerlos a este hermoso mundo, qué es el suyo, me proporciona una gran alegría.
Pocas cosas hay mejores que te digan que tu blog gusta o encanta. Y saber que ahí hay alguien que te sigue y que te lee, sobre todo porque bloguear es una escritura que a veces parece que no llega a nadie y nunca sabes quién te lee. Es volátil. No es un libro. Y uno (o una?) no sabe muy bien cómo funcionan las ‘ondas’ de la red. Pero lo cierto es que sorprendentemente ahí está, y uno va dejando miguitas de pan.
Mi sueño es acercar los jardines y el paisaje a la gente, promover el conocimiento sobre su importancia en nuestras vidas, y ponerlo en valor. No es nada nuevo, pero hay que redescubrirlo. Por eso he escrito entradas cómo por ejemplo ¿Ojos para qué os quiero?, Un Jardín. Un Nombre. ó incluso mi serie de Maestros del Paisaje (donde hablo de paisajistas, diseñadores, jardineros, y por que no poetas –Federico García Lorca es de mis preferidas-). Porque el paisaje no es nuevo. Es eterno y su belleza depende de nosotros.
Mi objetivo es hablar de paisajismo, jardines y su diseño. Y espero que sea una ventana al mundo del paisaje y los jardines, a su poesía, a sus maestros y a su historia. Y sin duda alguna también al mundo que nos rodea, porque ¿qué es si no el paisaje?
De diseño también hablo.
Intento por un lado que todo el mundo que quiera, pero no se lo pueda permitir, se haga un jardín como Dios Manda, para que no se quede a mitad de camino. Y todo porque muchos libros son una birria, para el aficionado me refiero, y no es fácil. Hay miles de plantas (y me quedo corta) y miles de situaciones diferentes, incluso los mejores profesionales pasan años visitando los jardines que han diseñado para ir modificando, arreglando, cambiando plantas que no se han dado bien, o que con los años han llegado a su fin o se han dispersado. Sus pequeñas (o grandes) joyas son un trabajo de gran esfuerzo. Y el tiempo y la meteorología pasan factura, aunque también podemos modificarla y crear pequeños microclimas. Esa es su grandeza y su belleza.
Los jardines deben hablar solos de sus y tus historias, de las cosas que ocurren a su alrededor, de su delicadeza o de su fuerza. Pueden ser vastos y perderse en el horizonte, pues el paisaje es un enorme jardín. Y pueden ser diminutos y floridos. Pueden ser ‘casi’ como tú quieras, mientras sigas sus reglas. Reglas que definen sus limitaciones pero no coartan sus posibilidades, todo lo contrario. Sobre reglas escribimos, inventamos…
Culturalmente el paisaje lo es todo.
Y nos define, nos guste o no. Una pena no entenderlo mejor, aunque la realidad es que no hay nada que entender. Sólo hay que mirar y disfrutar. Él habla sólo. Ya lo dijo el poeta Alexander Pope (1688-1744).
Consultemos para todo al genio del lugar:
él dice si las aguas se elevan o caen,
o ayuda a las colinas ambiciosas a escalar el cielo,
o extrae del valle teatros envolventes;
él convoca al paisaje, atrae los claros que se abren,
une los bosques serviciales, y hace variar las sombras;
a veces frusta las intenciones, y a veces las orienta;
pinta cuando plantamos y diseña cuando trabajamos.
Espero que me leas porque te gusta lo que lees. Porque te apetece disfrutar de un jardín. Porque te apetece, puedas o no hoy por hoy, tener un jardín.
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