Un Jardín. Un Nombre

Todo jardín ha de tener un nombre.

Uno que le haga pura sangre, que le dé fuerza y lo identifique.

 

Dar nombre, da valor. No es lo mismo decir vente a mi jardín, que vente a dar una vuelta por el Patio de la Sultana, o el Jardín de la Acequia, el Jardín de la Ninfa o el Jardín de los Monstruos… y me invento el Jardín de Hércules,  la Huerta de la Reina, el Jardín de la Casa Roja, el Jardín de los 7 Tilos… Todos hablan de algo o de alguien, de su amo o su historia, sea nombre o elemento del jardín, o de sus vistas que posiblemente también lo identifiquen. También pueden hablar del lugar. Pero todos han de evocar, algo que trasciende y los hace especiales. Cómo si lo quieres llamar el Jardín de Kafka, el Jardín de las Hespérides, el Jardín de las Ninfas, o el Jardín de las Mentas. Producen curiosidad, y ahonda en lo que quieres que se convierta.

 

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El Jardín de los Monstruos, Bomarzo. Julian Gardner © Courtauld Institute of Art

 

Aquel que llama Perro, a su perro, es difícil que lo coja apego. Es más es una forma de mantenerlo alejado y de evitar cogerle cariño. Aquel que da nombre a su Jardín, conseguirá que éste le dé cobijo. Entiendo que no es una tarea fácil, y puede que uno tarde tiempo en encontrar el nombre adecuado (unos tardamos 9 meses en poner nombre un hijo), e incluso puedes sentir cierta vergüenza, pero es una cuestión de costumbres.

 

Pero ¿qué pierdes? Realmente sólo ganas. Pues es una manera de hacerlo tuyo y de querer dedicarle el tiempo que se merece.  

 

Una invitación a una cena o fiesta con ubicación: El jardín del Lobo, tiene mucho más interés que Fiesta en la casa de Juan, Luis o Ana. Montado exactamente igual, la expectación y las ganas siempre serán mayores.

 

Diseño de Jardines
El Patio del Ciprés de la Sultana. Alhambra de Granada ©MartaPuig

 

La sorpresa es una de las cualidades de jardines, patios y terrazas. Uno muchas veces no sabe lo que se va a encontrar. Entras a la casa, recibidor, salón, y ¡PAM! «esto que hace aquí«. ¡Wow! Te quedas sin palabras, y sabes que te encantaría pasar el resto de la tarde aquí, y si puedes volver mañana (El Jardín Secreto). Las horas pasan relajadas, y tranquilas. Y descubres un nuevo lugar, con su flora y su fauna (El Jardín de los Grillos). Algo de lo que no solemos percatarnos en nuestra atareada vida cosmopolita. Añade entonces un apelativo cariñoso, un nombre que tal vez describa las penurias que te ha hecho sacar semejante jardín adelante (El Jardín de los Verracos), o que saque a relucir su mayor valor (El Jardín de las Manzanas Rojas, o el Jardín de las Abejas). Tal vez la Terraza de Lucia sea suficiente, pero La Terraza de las Hortensias, o los Jazmines captará más la atención, y te hará asegurarte de tener las mejores hortensias y jazmines del vecindario.

 

Esto lanza de nuevo la pregunta. ¿Qué pierdes bautizando a tu Jardín? La respuesta es nada. Es divertido, es un juego, es ilusión. Y los jardines son ilusiones puestas en un lugar determinado, son un escenario que te permite observar, esconderte, perderte… es un espacio tuyo, y único.

 

Dale nombre a tu jardín y tus propósitos y objetivos tendrán un fin. 

 

Si lo piensas todos aquellos jardines que querían ser algo ó alguien (ellos o sus amos), llamar la atención, reconstruir una idea o un sueño, mantenerse en el secretismo o simplemente ser funcionales salieron a la luz con un nombre. Y muchos perecieron en su intento, incluso pudiendo ser mejores ejemplos de los que ahora conocemos. Ahora, un jardín sin nombre no existe. Y es una pena tener un jardín sin voz propia.

 

jardines
Jardín de la Ninfa © Wikipedia

 

Igual que seleccionamos bien los cuadros de nuestro salón, los muebles del comedor, o las cortinas para hacer ese espacio diferente al de todos los demás, con su aire tradicional, moderno, ecléctico o sea cual sea el tuyo. Lo mismo ocurre con el jardín. Éste puede ser muchas cosas, y siempre habrá alguna que encaje con lo que tú quieres. Una buena forma de empezar a diseñar tu jardín, y comenzar la tormenta de ideas, es dándole un nombre. Eso siempre evoca tu imaginación y te pellizca la ilusión. Es una forma de denominar tus sueños, y de dar pinceladas a lo que realmente te gustaría que fuera. El escenario perfecto. Es la manera perfecta de empezar diseñar tu jardín.

 

¿No sabes que nombre darle? Creo que hay suficientes ejemplos en esta entrada. Hay suficientes ideas que podrían dar pie a un nombre. Reconozco que con el tiempo a mi se me da mejor, y si tiene mucho de imaginación, pero las Ideas no Caen del Cielo. Pero tanto un jardín como una finca, debe tener un nombre. Y cuando éste además se destaca por algún elemento dentro del jardín o valor conocido de su amo adquiere mayor identidad, y es capaz de volar sólo, conspirar, intrigar, y salir airoso pues tiene un nombre que lo define, y que siempre dice a todos, quién es, y cuál es su fuerte.

 

Un gran ejemplo éste. Documental que estoy deseando ver. El Jardín de Sueños. Un documental sobre cómo se hizo un laberinto. Pero un laberinto atípico. Uno en honor y en memoria de Borges.

 

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