Me gustan los jardines. Cada vez más. Supongo que es de esperar. También es cierto que poca gente conozco que no se maraville ante un jardín. Algo atrapa, no sé que es y aún no lo sé definir.
Últimamente, ahora cuando proyecto pensando en combinaciones de plantas, en los diferentes verdes de las hojas de los árboles y cómo combinan en un patio con los diferentes verdes de las trepadoras, me llueven imágenes de las estaciones. De como será, de cómo se combinará, saldrán los bulbos cuando yo creo, conseguiré que se mezclen o huirán en el camino. Hago mucho research, busco muchas fotos, leo listas de plantas, miro los colores -sea de la disciplina que sea moda, arte, naturaleza- los volúmenes de los elementos y sus proporciones -escultura, paisaje, pintura- y me gusta mezclar. Intento hacerlo con cordura.
Copio y rehago. Pincho de aquí y de allá y pruebo a ver si la mezcla sale. La reedito. La dudo mil veces. Y al final me lanzo. Es crear supongo. Es algo así como arriesgar sobre algo conocido, y luego esperar a que crezca y ver si la combinación ha sido un acierto. Y que guste, claro está.
Si cuando lo explico lo ven, lo entienden, se enamoran y se ilusionan entonces es que la posibilidad de que realmente sea un éxito está ahí. Aunque siempre hay un pero… es un jardín. Y su naturaleza es indomable. Por eso hay un momento en que me planto, pero juraría que en casi todos los proyectos cambio cosas hasta el mismo final. Y, ya lo he dicho alguna vez, en esto, menos siempre es más.
Pero cierto es que a mi me gusta que en algún momento del año el jardín estalle -y a mis clientes les gusta, en general, por muy neutro que uno sea, por muy atemporal que proyecte, al final es una pincelada de carácter que por alguna fisura tiene que salir-. Por un momento, por muy corta que sea la explosión, sutil incluso, sea lo que sea, en algún momento debe vibrar -¿acaso no estamos vivos?-. Ese día del año, hay que verlo, sentirlo, olerlo y festejarlo. Dejando que esa visión minimalista a veces y atemporal -elegante-, y que no llama la atención, pase por un instante a un segundo plano. Y se vea que en el fondo está vivo.
Un jardín y sus trepadoras
Ahora mismo estoy pensando en un patio, de poca luz, aunque lleno de luminosidad. El sol, de calidad. Todo el año. Es Sevilla. Ahora, bien es cierto que es un patio que bien podría ser umbrío en el norte de España, pero que aquí en verano se esconde del calor. Sólo recibe el sol hasta mediodía. Perfecto. Pues las hojas no se queman y dentro de este pequeño espacio puedo meter especies que en otros lugares de esta ciudad, abiertos al sol directo, sufrirían el verano. A la larga, no serían una buena elección.
En invierno en cambio. Algunas plantas tendrán que perder la hoja, para dejar entrar el poco haz de luz que viene del Este. A primera hora y que en pleno invierno, sin duda es, un sol escapista. Es una casa preciosa, estrecha. Moderna. Abierta. Llena de luz. Diseñada por Guillermo Vázquez Consuegra.
A la entrada, tras el recibidor, dentro de la casa, un patio interior. Cerrado por cuatro paredes y un tragaluz. Quiere ser un patio abierto pero no puede. Así que lo tenemos que convertir en uno. Macetas. Muchas macetas. Helechos seguramente. Las macetas se pueden mover para crear un lugar para una recepción, un convite. Pero siempre con la ilusión de un patio. Con el verde de los helechos altivos, frescos, frondosos.
Y luego, todo son vistas al jardín.
Una enorme pared de más de 10m rodea un pequeño patio. Una estructura de celosías -ideada por Vazquez Consuegra- permite crecer diferentes trepadoras -4 seguramente de flores blancas y olorosas, blancas y livianas, moradas, de hojas verdes, rojas y granates al llegar el otoño. Las celosías, unas delante de otras, producen un efecto de fondo. Suben hasta 11m.
Delante árboles, cual chopos, mueven sus hojas verdes brillantes en unas columnas inmóviles, con azaleas compactas en bolas en forma de nubes y una alfombra de vinca y sus flores blancas crecen a sus pies. Algún bulbo -iris, jacintos o narcisos, tal vez el frailecillo- aún por decidir salpicarán de color cuando venga el calor.

Ese es el escenario. Y, ahora, aún está por decidir -pues me recuerdo a mi misma menos es más pero sigo soñando- llega la gran escena: Una magnolia de flor -caduca en invierno- se asienta en primer plano. De porte arbustivo con sus brazo abiertos. Entra por la derecha del espectador, en primavera, con sus tulipas en flor de tintes rosas, pastel y fucsia. Yo me la imagino como en una ópera. La entrada grandiosa de una Maria Callas. Pequeña, pero grande. Impresionante. Es escuchar sin oír. Es ver la música. Pero siento que voy a tener que sacar las uñas para ponerla -aunque alguna en la casa caerá-.

Pero no nos quedamos aquí. La otra pequeña joya está en el sótano. Un patio pequeño, al final, cuya abertura da al jardín principal -donde se verán las hojas lima de algo que ocurre allí al fondo-. Este rincón, es un cuadro. Que acabará siendo seguramente una plantación de bambú, cuyos largos tallos de 6/8m amarillos o negros decoraran un cuarto multiusos y cuyas sus finas hojas alegrarán el salón.

Aunque, seguimos soñando, mi intención a priori era hacer un jardín japonés. Una trepadora cubriendo el muro. Un arce japonés de hojas verde-lima enmarcaba la escena. Y, debajo, un soldado. Una roca inerte. Envuelta en un arbusto. Fuerte, guardián, se levanta. Con suerte un pequeño juego de agua. Un estanque, circular, pequeño, oscuro en el fondo, poco profundo y con agua sigilosa que lo hace temblar. La vegetación lo rodea, una tapizante -una fina mata de hojas acorazonadas verde brillante que al llegar la primavera, se combina con una luz blanca de flores que crecen a su alrededor –Zephyranthes, la flor del viento del oeste, que belleza de flor-. En otoño, el cuadro se tiñe de rojo. Pero esto, es un sueño. Esta es idea para otro proyecto, estoy segura, aquí el gusto es firme, atemporal, neutro, arquitectónico, de diseño, contemporáneo… es esa mezcla libre, salvaje, sin maniatar, pero controlada, simple, neutra, de gran belleza ¡ojo!… pero algo me inquieta. Tal vez cambie de opinión, ahora mismo es como una mano firme que no quiere mostrar firmeza -no sé si me explico, tal vez ni me entiendo yo-. Lección a aprender seguro.

Las terrazas y el ático quieren ser pequeñas arboledas… olivos, higueras, laureles todos con sus formas arbustivas, difuminando la luz entre sus hojas.
Ahora pues, la imagen ya está servida. También mis dudas. Si todo sale bien, las fotos vendrán pronto.
El realismo mágico también existe para los jardines.